La vida de los Hombres en los Campos de Concentración
Los hombres en los campos de concentración tenían que realizar trabajos forzados como la construcción de túneles, la extracción de material de las minas nazis, o simplemente eran sacados a la intemperie y obligados a realizar largas marchas por la nieve, sin alimentos y sin un abrigo. Muchos cayeron muertos en el camino. También existían tareas tan ridículas como mover una enorme piedra de un lado a otro durante todo el día. Aquellos que no eran capaces de soportar estas tragedias optaban por la solución más fácil que era arrojarse al alambrado eléctrico y suicidarse. Otros más osados idearon formas de escapar, algunos lo lograron, otros murieron en el intento o fueron fusilados frente a sus compañeros.
A la llegada a los Campos de concentración los hombres eran seleccionados. Aquellos aptos para realizar trabajos forzados eran apartados a un lado, mientras que aquellos de avanzada edad o con incapacidades eran enviados a las cámaras de gas.Frente a esto el judío polaco Leo Schneiderman narra su testimonio al museo de la memoria de Estados Unidos y señala que:
“Era tarde la noche en que llegamos a Auschwitz. Cuando ingresamos, en el minuto en que se abrieron los portones, escuchamos alaridos, ladridos de perro, los golpes en la cabeza de los kapos, los oficiales que trabajaban para ellos. Y luego descendimos del tren. Todo pasó tan rápido: derecha, izquierda, derecha, izquierda. Los hombres separados de las mujeres, los niños arrancados de los brazos de sus madres, los ancianos arriados como ganado, los enfermos y los discapacitados junto con las maletas rotas y cajas. Cuenta que su madre corrió hacia él, lo tomó de los hombros y le dijo: “No te volveré a ver nunca más. Cuida a tu hermano” (Disponible en: http://www.ushmm.org)
“Era tarde la noche en que llegamos a Auschwitz. Cuando ingresamos, en el minuto en que se abrieron los portones, escuchamos alaridos, ladridos de perro, los golpes en la cabeza de los kapos, los oficiales que trabajaban para ellos. Y luego descendimos del tren. Todo pasó tan rápido: derecha, izquierda, derecha, izquierda. Los hombres separados de las mujeres, los niños arrancados de los brazos de sus madres, los ancianos arriados como ganado, los enfermos y los discapacitados junto con las maletas rotas y cajas. Cuenta que su madre corrió hacia él, lo tomó de los hombros y le dijo: “No te volveré a ver nunca más. Cuida a tu hermano” (Disponible en: http://www.ushmm.org)